sábado, septiembre 03, 2016

Nunca volverás, paloma.

Las ausencias duelen, más las de aquellas personas que dejaron  huellas profundas en nuestras vidas, más las de quienes nos amaron y a quienes amamos con todo el corazón. 

Hace 3 años y 9 meses se fue al cielo uno de los amores más grandes de mi vida, y en su momento lo dije, quien más sufrió con eso fue mi abuelito, su esposo... y no podía ser de manera distinta, no después de haber compartido más de 60 años de sus vidas, de haber superado mil y un problemas, de haber formado una familia juntos... una familia enoooorme que ahora les llora a ambos porque, hace casi un mes, él abandonó su cuerpo terreno para ir a reunirse con ella.. con su paloma amada.

Mi abuelito Esteban era tequilero y cantador, era un viejito gruñón para el que solo tenías dos opciones: amarlo con todísimo el corazón u odiarlo porque era muy difícil entender su forma ruda de tratar a las personas y su agrio sentido del humor. Yo elegí la primera.
Le gustaba beber tequila mientras platicaba de sus historias, sus anécdotas diarias y sus recuerdos. Una de esas veces, cuando el alcohol ya había hecho de las suyas, mi abuelito rompió en llanto mientras me miraba fijamente. Me dijo: es que me recuerdas mucho a mi mamá, eres igualita a ella. La verdad es que yo no la conocí, pero después me confirmarían que, efectivamente, el parecido existía... por fin me enteré que me parecía a  alguien de la familia. Debió estar chulísima la bisabuela.

La mejor historia que escuché de mi abuelo fue cuando nos contó la forma en la que cortejó a su amor, a su paloma, como él le decía... No sé qué año sería exactamente, pero sí sé que ella tenía 14 y él 20... no sé si por costumbre o por necesidad, el abuelito se robó a su paloma y la tuvo escondida hasta que pudieron casarse y ser, formalmente, marido y mujer ante Dios y ante los hombres. Aclaro que nada fue contra la voluntad de nadie. Era tan bonito escucharlo hablar de ella, verlos juntos y felices hasta que, literlmente, la muerte los separó. No imagino el dolor tan grande que eso causó en don Esteban, las lágrimas que derramó extrañando a su paloma del alma.

En llorar, en llorar, en llorar
desde que te fuiste
se le fue el palomo en puro llorar.
Por llorar, por llorar, por llorar
ya no puede ver, ni puede volar
se acerca su muerte y está agonizando de tanto esperar.
 Fueron largos 3 años y 8 meses los que pasaron separados el uno del otro, pero después, una mañana Dios decidió que debían estar juntos de nuevo, que su amor debía traspasar la materia y que era necesario que el cielo fuera testigo del reencuentro de dos almas que lucharon siempre contra todo para estar unidos. 

Me gusta pensar que es así, que ella lo estuvo esperando allá todo este tiempo, que están los dos cuidándonos desde el cielo y que ese amor será eterno.

Mirará hacía el cielo, te verá volando
Te dará las gracias por esos recuerdos
Y al cruzar las alas que te cobijaron
Ahogará en sus sueños que no despertaron.

 Ya no se extrañan, ya no sufren por no estar juntos, ya Dios los bendijo y, a nosotros aún con el dolor por la pérdida, también nos regaló una preciosa historia de amor, un ejemplo a seguir y un corazón que latirá ansioso por, también algún día, reunirse con ellos en el más allá.

Mis viejitos, los amo con todo mi corazoncillo de porra, los extraño muchísimo y, si me ven llorar no es porque esté triste... es solo que se me metieron en los ojos tantos recuerdos bonitos y todo el amor que siento por ustedes.

Hasta siempre, abuelitos.