jueves, junio 08, 2017

Resignación.

Cuando hay una pérdida, cuando alguien (algo) se nos va, la gente suele utilizar, como método de consuelo, la expresión 'resignación'... Y lo dicen con la más compungida de sus caras, a veces lo acompañan con una palmadita en la espalda o, en el más sentido de los casos, con un abrazo. Yo procuro no hacerlo, no me gusta. Parece más una orden que un deseo... Parece que te están limitando en tu derecho a sentir, a sufrir y llorar por aquello que se ha ido.

Decir adiós es difícil, más cuando, quien se va, ha sido parte importante de nuestra vida, cuando ha presenciado y sido factor de tantos momentos memorables...

Pero, ¿qué pasa cuando no es alguien, sino algo?... Algo con lo que nacimos, algo que siempre estuvo ahí y, justo por esa razón, nunca valoramos y, mucho menos, pensamos jamás en la posibilidad de perderlo.

Supongo que pasa lo mismo que cuando se trata de un 'alguien'... Inevitablemente tendremos que asumir la pérdida, aprender a vivir así, recordar los buenos momentos y preguntar al de allá arriba "por qué".

Hoy he estado llorona, quejica... mucho más de lo normal. Hoy me ha caído (pesadamente) el 20 de que jamás volveré a ser la misma, que mis ojos ya no son la herramienta servible que me llevó a conquistar muchos de mis más grandes sueños. Carajo. Y duele, vaya que duele... Por que no sé qué voy a hacer, me niego a seguir siendo una carga, me niego a dejar de soñar, me niego rotundamente a resignarme... Aunque, quizá, por salud mental, sea lo que terminaré haciendo. Snifs.

Soy la chida de la historia.