Hoy es uno de esos días raros. Es bonito porque guarda un montón de tradiciones, historias, anécdotas y recuerdos pero, al mismo tiempo, es un día lleno de nostalgia, abrazos que ya no pudieron darse y besos lanzados al cielo.
Hoy la salud me ha jugado chueco, mucho más que de costumbre. A ratos me sigue pareciendo increíble que mi cuerpo se niegue a cooperar, que no sea tan fuerte como solía serlo y que mi única reacción sean las lágrimas. Hoy, mirando fijamente la ofrenda para los muertos de la familia, cruzó por mi mente el momento en que ya no sea yo la que ponga veladoras, flores, frutas y papel picado, sino que mi foto ya sea parte del mural. Imaginen cómo me siento.
No, no me quiero morir, no ahora. Sé que algún día habrá de suceder pero, créanme, no llevo prisa alguna, al contrario, sé que hago falta aquí, que aún tengo muchísimo para dar y recibir, a pesar de la constante etiqueta de 'inútil' que solita me cuelgo. Son solo pensamiento estúpidos (o no tanto) que se atraviesan en momentos de crisis.
Quiero estar bien, quiero que los que me quieren también lo estén y dejen de preocuparse por mi salud. Es decir, agradezco que me cuiden y estén al pendiente, pero me niego a ser una carga.
Definitivamente, quiero poner muchísimas ofrendas más, quiero sentir mi corazón latir y estrujarse poquito porque extraña las miradas, los besos y los apapachos de los que se fueron. Quiero seguir aquí y evitar, en lo posible, ver a los que se quedan desde otra dimensión...
Que el tiempo que estemos aquí, sea de mucho disfrute y, si Dios nos lo permite, veamos (aunque borrosos) muchos amaneceres más.
Mientras tanto, a mis abuelas y abuelo, a mis amigos y demás familiares que ya están allá... Ustedes que están más cerquita de Él, pídanle que nos cuide, nos ilumine y nos abrace fuerte para seguir dando guerra, hasta donde sea posible.
Soy la chida de la historia.