Platicaba esta mañana con una amiga (a la que amo con todísimo mi corazón) acerca de cuan difícil es tratar con los hombres. Ellos hablan (y se quejan amargamente entre ellos) acerca de la complejidad de las mujeres y se asumen como básicos pero no, o sí, pero tanta supuesta simplicidad confunde porque quizás ellos no saben actuar por sí mismos sin cagarla cada dos segundos pero, oigan, es súper cansado dirigir y esperar resultados que, después de todo, no van a llegar.
Ya sé, carajo. Chida, ¿de qué chingados estás hablando?
Hablo del cansancio emocional que representa amar a alguien que no puede o no quiere ser lo que algún día prometió. Hablo del dolor que se calla porque como es imperceptible para los demás y ni ha de doler tanto pos, pos pa'qué. Hablo de la ilusión y la emoción que se rompen porque se cansan de esperar y hablo también de la conformidad por comodidad (dad dad).
Hablo aquí porque allá afuera no puedo porque no tengo las agallas. Hablo quedito porque no vaya a ser que las paredes oigan y el castillo de naipes se derrumbe... Hablo con el corazón en la mano porque ya no sé qué más hacer y ya me estoy creyendo el cuento de que la loca soy yo por no saber entender, valorar o adivinar lo que está pasando del otro lado del estudio, Joaquín.
Y ya, mejor ya no hablo porque en esta temporada hay que fingir amor, paz y armonía en los hogares.
¡Shhhhh!
Soy la Chida de la historia.