Al parecer, cuando uno llega a este bonito plano, denominado vida terrenal, viene dotado de una carga de eso que llaman PACIENCIA... Hay un límite, es decir, te toca cierta cantidad y tú decides cómo la usas a lo largo (y ancho) de la vida y yo, queridos dos que tres lectores de mi vida y de mi amor, creo que estoy muy cercana a agotar mi ración.
Lo siento, no es una confesión sencilla de hacer, y tampoco es algo que crea que les vaya a sorprender de alguna forma pero, puta madre!, cada día descubro más y más cosas que me emputan en un instante... Y tampoco es que antes no me encabronaran pero, desde que me integré a la cotidianidad del hogar, desde que me dedico de medio (casi completo) tiempo a la ardua labor de 'amités' de casa , pffft, mi cordura pende de un hilo. Ya sé, parece una estupidez, estoy casi segura de que lo es, pero también estoy segura de que Diosito no me diseñó para esto y, sin pretender hacer de este asunto una horrible y asquerosa queja, me permito venir a desahogar mi histeria en este lugar. Les aseguro, con la mano en el corazoncito de porra, que todos y cada uno de los días de mi inestable existencia, los dedico a hacer todo con gran esfuerzo, dedicación y a veces hasta con amor.
Los papitos chidos son un tanto absorbentes y, lo entiendo perfectamente, es súper normal que requieran ayuda, compañía y soporte hasta para las actividades más sencillas (para otras personas) que no lo son a los setenta y cacho. El abuelito chido tiene el 'caset' en constante rebobinado y la realidad en su cabecita ya no coincide al 100% con la mía pero, lo jurísimo, trato de ser lo más tolerante posible pero, lo confieso también, hay días en que resulta mucho más complicado y llego a la noches con el corazón roto y el cuerpo adolorido.
No estoy segura de si mis actividades diarias estén rebasando mis capacidades, que esas sí ya son bastante menos que al principio de mi viduchita chida, y aún así estoy muy dispuesta a seguir esforzándome en lo posible y hasta en lo que no lo es. Como saben los que me conocen, ya no tengo un empleo en el que pueda ejercer mi carrera como artistilla visual, así que tengo que buscar alguna otra forma de generar ingresos (propios) y ando inventando cosillas que, sin previo aviso, también terminan saturando mi disposición y me juegan chueco porque se convierten en armas de doble filo.
¡Wey, ya!
Y, por si esto no fuera suficiente, funjo como guía y (ah, pa'pinche) ejemplo de mis sobrinos... resuelvo dudas, ayudo a tareas, firmo notas y atiendo emergencias... Quien se lo habría imaginado.
Sí, ya sé, hay gente que hace eso y más pero yo no soy esa gente, yo soy débil y quejumbrosa, soy ligeramente apática y poco sociable, jetona y sarcástica, mamona y delicadita... Ah, y también, tengo salud de chocolate. Ojo, me gusta sentirme útil y ser lo menos posible una carga para nadie, al contrario, pero mis tareas cotidianas están agotando mi reserva y estoy a dos de darme de topes contra la pared, así que no respondo chipote con sangre.
Soy la Chida de la historia.