- ¡No soy una princesa!- se repetía continuamente y hacía todo cuanto podía por demostrarlo. A veces se hacía la fuerte en situaciones difíciles y, por alguna razón, lograba salir siempre airosa de los retos que la vida iba poniéndole en el camino... sin embargo, y sin que ella pudiera hacer algo para evitarlo, un día sus debilidades salieron a la luz... algunas brujas y uno que otro hechicero budú le hicieron darse cuenta que, descuidando detalles por mantener la careta de ruda rudísima, ella misma había permitido que entorpecieran su camino, le metieran el pie y consiguieran tumbarla... haciéndola caer de golpe y sin previo aviso en un charco de lodo del que, difícilmente (aunque no imposible), ella lograría salir.
Tirada y acaso revolcándose un poco entre la tierra la princesa lloró y entonces asumió su papel... sufrió el dolor de la caída y la decepción al descubrir que, entre esas brujas y hechiceros de negra consciencia, había algunos que ella había considerado amigos... De a poco se fue incorporando, tardó... pero estaba decidida a no quedarse ahí y demostrarle a esos que le hicieron daño... pero más a los que la amaban que, con todo y codos rasapados, se levantaría y seguiría adelante.
Como pudo la princesa se puso de pie, sacudió la mugre del vestido, mandó a volar las zapatillas de cristal y, aún con lodo en la cara, se prometió a sí misma que jamás permitiría de nuevo que alguien la haría tropezar...
Soy la chida de la historia.
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