El dragón, antes enfurecido, hoy se encuentra triste y patético... tiene muchas ganas de salir a volar e incendiar aldeas completas de personillas estúpidas que se dedican a hacer daño al prójimo. El prójimo me preocupa... más el que está a mi lado o, mejor dicho, que debería estar a mi lado sin importar lo que sucediera alrededor, pero no.
Cada vez que el dragón aspira fuertemente grandes bocanadas de aire y se impulsa para alzar el vuelo... algo raro sucede, se 'desconchinfla' todito y exhala lloriqueón para regresar, derrotado y sin ilusiones, a algún rincón que le sirva como guarida de todo aquello que está afuera, que le teme y reza al cielo por su ausencia... pero que le lastima el corazón de manera inmisericorde.
El dragón está lastimado y, aunque en la mayoría de las historias es el villano que atormenta a la princesa, hoy no es más que la víctima que se hace cómplice de la noble dama a la que protege, se lame las heridas y se revuelca en las pocas cenizas que aún produce con el mísero fuego que a ratos escupe con una tosecilla débil.
Sucede que la vida no es justa... no tendría por qué ser diferente cuando se trata de un dragoncillo herido, inexperto, agonizante... que a pesar de todo no pretende rendirse ante nada ni nadie... Quizá dure oculto un tiempo, solamente mientras se recupera porque sé, de muy buen fuente... que este dragón renacerá para ganar nuevamente su lugar.
Soy la chida de la historia.
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