viernes, enero 22, 2016

8 años.

Confieso que este post lo estoy escribiendo 6 días después de la fecha en que saldrá publicado, no... no tengo una máquina del tiempo ni nada parecido... es solo que blogger da la oportunidad y yo la aprovecho.

El 22 de enero tenía muchas ganas de escribir, pero en ese momento me fue imposible, traía el ánimo bajo (como lo he traído los últimos meses), el corazón un poquito apachurrado y los ojos inservibles. El día anterior me había dado una sesión más de láser en ambos ojos, mi calidad de bulto era innegable... además tuve que pasar laaaaargas horas en la sala de espera de una clínica del imss para que una (estúpida e ignorante) doctora me autorizara los días de incapacidad correspondiente y poder justificar la ausencia en la oficina y, por supuesto, me llegara mi 'nineritos' completo.

Podría contarles la crónica de una muerte lenta anunciada... de todo lo que puede pasar en una sala de espera, de lo que puedo adivinar de los pacientes, las secretarias y los médicos, con solo echarles una miradita... y de que el mundo parece detenerse cuando, además de los ojos hinchados y nublados, un puto dolor de muelas nos mantiene en un rictus de dolor. Podría, pero no lo haré... ese día me estuve acordando de Edgar, pensé en la edad que tendría, en la que ya tiene su hija y que, seguro, él estaría feliz de ver cómo va creciendo y cómo va convirtiéndose en toda una señorita... Qué lejos está de ser la pequeñita que perdió a su papá hacen ya 8 años...

Sí, hace 8 años ya de su partida, yo puedo decir que ya he superado las culpas, ya no me atac el dolor o la nostalgia... supongo que los perdones también llegan desde el cielo... y, sin embargo, sé que nunca voy a olvidarme de él, que siempre habrá un oración por su memoria... pero también habrá siempre un 'y si...'.

Agradezco siempre por mis recuerdos, por las sonrisas y por todo lo que he aprendido de todas y cada una de las personas que se han cruzado en mi camino, pero definitivamente hay quienes dejaron huella imborrable, a pesar de ya no estar... por cualquier razón... y él es una de esas que jamás se irán, aunque ya se haya ido.

Besos eternamente, Eddie.

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