Sean peras o manzanas, el abuelito ya vio 103 primaveras florecer y, a pesar de su avanzada edad, sonríe como niño chiquito cuando le cantamos las mañanitas y salen las chispitas de las 'velas' modernas que adornan ahora los pasteles.
A veces él ya no sabe de fechas, de las horas del día o de personas;aunque sea con las que convive 24/7. Su estado de ánimo es tan variable que puede soltar una carcajada de la nada o enojarse al grado del berrinche porque le preguntan si aún tiene café en su taza.
La puerta de la casa de mis papás está cerrada con llave todo el tiempo porque, como las gallinas de plastilina, mi abuelito está constantemente con intenciones de fuga, razón por la cual, porta un brazalete con un código y un chip por si (las putas re cochinas dudas) se llegara a extraviar alguna vez.
Son las mismas calles que ha recorrido durante más de la mitad de su vida pero él ya no es el mismo, su mente divaga y se pierde entre recuerdos lejanos y lagunas tan profundas como repetitivas. Alguna vez, incluso, se ha perdido dentro de la casa, se desorienta y ya no sabe dónde está el baño, la cocina o su cama.
No lo niego, muchas más veces de las que me atrevo a reconocer, me frustro o me enojo porque el abuelito se niega a comer o cuando meterlo a bañar parece un reto con medalla olímpica como premio. Romantizar la edad avanzada es algo que no voy a hacer, por supuesto que es muy bonito tener a mi abuelito al lado y verlo todos los días pero, duele mucho cuando la nostalgia se desborda, cuando es consciente de que ya nadie de su generación sigue en pie, cuando recuerda sus chido aventuras de la infancia o su gran amor con mi abuelita Meche. Es horrible tener que estar justificando también las ausencias de aquellos que no pueden o no quieren estar cerca, los que aún viven pero da lo mismo si no. En fin.
Muchas veces, mi abuelito ha dicho que ya es hora de partir, pareciera que lo anhela y no lo culpo. Los días pasan rápido para muchos pero para él ya da lo mismo uno u otro. Varias veces he pensado en la posibilidad de decirle adiós, como hace 3 años que enfermó de gravedad y estuvo en cama mucho tiempo, la libró, gracias a Dios. Mi teoría es que su misión aún no termina, su alma aún tiene mucho que aportar a todo el que quiera ver, escuchar y sentir su presencia.
Si me lo preguntan, estoy muy orgullosa y me siento totalmente bendecida con la presencia del hombre más bueno del mundo en mi vida. Por los recuerdos, las historias, las sonrisas, el aprendizaje y todo el amor que me ha regalado desde siempre.
Yo no le reclamo nada a Dios, no podría y, por el contrario, agradezco infinitamente por la vida de este hombre tan bueno y tan maravilloso que, el día que el Padre lo llame a su lado, yo estaré feliz porque él lo estará por fin otra vez y para siempre.
Soy la Chida de la historia.
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