Recién lo descubrí... ¡estoy loca! y lo acepto con resignación y pellizquitos de orgullo... En definitiva, hay cosas a las que otras personas no se arriesgarían, a menos de contar con tornillos de menos... como es mi caso. Lo cierto es que mi grado de locura tendrá que disminuir considerablemente pues también he descubierto dos detalles que me hacen sonreír y sonrojar al mismo tiempo...
Una de ellas no es secreto para ustedes, mis queridos 2 que 3 lectores, lo he dicho antes: odio hacer compras... odio las filas en las cajas, me enerva de manera desquiciada el tener que elegir entre un producto y otro... a ratos la tienda me da vueltas y yo lo único que quisiera es una banca donde desparramar mis carnes y una bolsa de papel para respirar dentro de ella y contar hasta 100... Las consecuencias de mi intolerancia las ha tenido que sufrir mi Tarzán del alma... y yo, como otras veces, estoy dispuesta a intentar superarlo... hacer el super ya no es una opción que puede ser postergada durante meses...
Lo anterior me libra de ser aquello que denominan 'comprador compulsivo'... por mi propio bien, y salud mental, procuro acercarme lo menos posible a cualquier tienda... porque además la gente me abochorna... y mientras menos me exponga a ello, mejor.
La otra que he descartado, la que se refiere al exhibicionismo... vaya, esa sí me quedó muy clara... no es lo mío andar por la vida mostrando a los demás lo que sólo es para mí... No, no... no me pidan que les cuente la manera en la que llegué a esta conclusión... sólo les digo que voy a tener que escribir con sangre y hacer miles de notas mentales acerca de asegurarme de que la puerta del departamento esté siempre bien cerrada... desde ahí hay una vista espectacular de mi cama... focof!
Y qué, aún así sigo siendo la chida de la historia...
(ya mero es mi descumpliaños... )
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3 comentarios:
Yo detesto los centros comerciales. Siempre me pierdo, así que reconozco la sensación de vueltas en la cabeza.
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