domingo, diciembre 29, 2013

Un año sin ella...

El 21 de diciembre se cumplió un año del fallecimiento de mi abue María... se fue rapídisimo el tiempo, no pensé que sería tan fuerte pero a la vez tan fácil sobrevivir así... sin ella. Todavía sueño con su sonrisa y las lágrimas no han conseguido detenerse al tenerla en mente... en corazón.

Sé que ya se los conté pero estoy haciendo esto a modo de terapia... Ustedes saben, mis queridos 2 que 3 lectores, que me cuesta mucho trabajo decir adiós y desprenderme de las cosas, más aún de las personas... sobre todo si esas personas han dejado huellas indelebles en este corazoncillo tan de porra a veces. Mi abue fue/es uno de esos seres que uno quisiera que fueran eternos, no era perfecta... por supuesto que no, pero casi. Mis años de infancia estuvieron marcados por su sonrisa, sus palabras, sus enseñanzas y su cariño... supongo que la mayoría de las personas tenemos a nuestros abuelos como parte fundamental de nuestro existir, es decir, son más apapachadores y comprensivos que los papás... o eso creo... mi abue era/es lo máximo.

María me enseñó a rezar... ella me preparó para poder hacer mi primera comunión, me enseñó mucho de lo que me ayudó a sobrellevar su partida. María me defendía cuando mis tías se ponían locas y me gritaban, regañaban o castigaban por cualquier cosa... las histéricas entonces eran ellas. María estuvo de mi lado cuando tomé las decisiones más difíciles y radicales que mi papá desaprobó... pero ella me alentó a ser firme... y paciente. María sonrió y me echó porras cuando le conté que había encontrado al amor de mi vida y fue factor determinante para que yo no diera jamás un paso atrás.
¡Gracias, María!

Mi abuela María se casó a los 15 años con mi abuelo Esteban (de entonces 21)... tuvo en total 17 hijos (de los cuales una nació muerta y 3 murieron pequeñitos por la difícil situación que entonces vivían), despidió a 2 cuando ya eran mayores: mi tía Mari que falleció al dar a luz y mi tío Ángel que se adelantó hace 4 años. Llegó a la ciudad de Querétaro muy joven pero jamás perdió su acento 'de campo' y las costumbres que le inculcara su familia. Mi abuelita 'echaba' tortillas a mano... prendía su fogón y tenía siempre cerca la azucarera y el salero para regalarnos taquitos calientes en cuanto llegábamos a visitarla. Era costurera, de las buenas... recuerdo que cosía para un grupo de danzantes concheros que bailaban en las fiestas patronales del templo de La Cruz... me encantaban los trajes brillantes llenos de lentejuelas y plumas... también confeccionó muchos vestidos para bodas, XV años, primeras comuniones... ¡Cuántos recuerdos!

No puedo concebir mi vida sin ella, es decir, ella tendría que ser parte todavía de los eventos importantes de la familia... me duele que ya no esté aquí y me encantaría volver a sentir su presencia, su amor... pero ya no se puede, no como antes... Ella estará siempre en mis recuerdos, en mi corazón...

¡Te extraño, María!

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